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Debbie James
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APLICACIONES PRÁCTICAS DE LA INVESTIGACIÓN SOBRE EXPERIENCIAS CERCANAS A LA MUERTE (1)
Ryan D. Foster*, Debbie James** y Janice Miner Holden*** (jan.Holden@unt.edu)
La investigación biomédica y la clínica médica han estado observando ECMs en pacientes desde el siglo XIX (Greyson, 1998). En un estudio hospitalario, entre el 9 y el 18% de los pacientes que habían pasado por una situación de proximidad a la muerte habían tenido también una ECM posterior (Greyson, 1998). En otro estudio más reciente, Bruce Greyson (2003) investigó mediante entrevistas, las ECM de pacientes hospitalizados después de paros cardíaco u otras patologías cardíacas, y administró la Escala de Experiencias Cercanas a la muerte (Greyson, 1983), una medida creada para distinguir la ECM de una no-ECM y valorar la naturaleza y profundidad de las ECMs. Greyson encontró sólo un 2% de la muestra total de 1.595 pacientes. También encontró que del total del hospital, el 10% de los pacientes diagnosticados con paro cardíaco dijeron haber tenido ECMs. Otros estudios han mostrado valores semejantes en pacientes sobrevivientes de paros cardíaco (Parnia et al., 2001; Schwaninger et al., 2002: van Lommel et al., 2001).
Bruce Greyson publicó este año este manual que resume los ultimos treinta años de investigación de ECM.
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Greyson (2003) argumentó que la incidencia está limitada en el sentido de que éstos reflejan solamente a aquellos pacientes que reportan ECMs, pero no incluyen necesariamente a todos los que ha experimentado realmente ECMs. Las personas que han tenido ECMs a veces son reacias a comunicar a sus médicos sus experiencias, sugiriendo que la incidencia de las ECMs pueden ser más altas que las que se reportan en realidad. Aunque la incidencia exacta no es totalmente clara, lo que sí es claro es que muchos pacientes tienen y revelan ECMs en el ámbito hospitalario u otros contextos médicos. De modo que los médicos y las enfemeras necesitan estar conscientes de las necesidades de los pacientes cuando reportan estos testimonios (Fremit, 1989; Moody, 1977, 1980; Moore, 1994; Robles 1981; Parnia y Fenwick 2002; Walker, 1989).
Un aspecto de la formación necesaria para responder constructivamente a los pacientes con ECM es el conocimiento y las actitudes que los médicos tienen hacia las ECM. Los instrumentos que los investigadores han utilizado para evaluar este dominio es el Cuestionario de Conocimientos y Actitudes hacia los Fenómenos Cercanos a la Muerte (Near Death Phenomena Knowledge and Attitudes Questionnaire) de Nina Thornburg (1988), diseñado originalmente para enfermeras. Thornburg diseñó su cuestionario para valorar también el efecto de las actitudes de las enfermeras de aquellos pacientes que tenían ECM. El análisis del instrumento de quince reactivos arrojó una confiabilidad aceptable: un Alfa de Cronbach de .83 para la subescala "Conocimiento", .84 para la subescala "Actitud", y .81 para la subescala "Actitud hacia el paciente". No se publicó la confiabilidad del total del instrumento, no obstante reveló un constructo aceptable y validez contingente, pero limitado criterio de validez. Aunque Thornburg sostenía que ningún estudio previo había proporcionado un criterio de referencia (1988, pp. 237-38), había un estudio anterior de Roberta Orne (1986) que sí había proporcionado tal referencia. Si Thomburg no mencionó el estudio de Orne fue un descuido en su revisión de la literatura, o fue resultado de un lapso de tiempo entre el desarrollo del instrumento y la publicación de los resultados de su análisis que eran desconocidos para la autora. Los investigadores han empleado este instrumento no sólo con enfermeras sino también con médicos y con agentes de servicios espirituales y psicoterapeutas.
Médicos
Raymond Moody, que universalizó la expresión Experiencia Cercana a la Muerte en 1975.
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¿Cómo pueden los médicos ayudar a los pacientes que han tenido ECMs? Raymond Moody (1977) reformuló esta pregunta como "el dilema clínico esencial" (p. 690). El primer paso que deben tomar los médicos es reconocer su ignorancia al respecto (Fremit, 1989; Moody, 1977; Parnia y Fenwick, 2002). El conocimiento médico de las ECMs, así como sus actitudes, han sido el foco de sólo dos estudios (Hayes y Waters, 1989; Moore, 1994). En un estudio con médicos, sacerdotes, y enfermeras, Evelyn Hayes y Linda Waters encontraron que el 66% de los 85 médicos encuestados reconocía estar familiarizado con las ECMs; pero estos investigadores no evaluaron objetivamente el conocimiento que los participantes tenían sobre las ECMs.
En una encuesta a 143 médicos del hospital (Moore (1994), los participantes completaron la escala de Thornburg (1988). Cincuenta y un por ciento de los participantes manifestó que había atendido al menos a un paciente con ECM, y que la mayoría de participantes carecía de conocimientos adecuados acerca de las ECMs: Sólo el 16% cumplía con el criterio de Linda Moore de 11 de los 15 reactivos que indicaban el conocimiento mínimo necesario acerca del fenómeno. Sin embargo, aparte de conocimiento inadecuado, el 65% de los participantes tenía actitudes positivas hacia las ECMs, y al 51% de los participantes les gustaría participar de un curso sobre el tema de las ECMs.
Moore (1994) reconoció que la principal limitación era la proporción de devoluciones del cuestionario (un 11%), aunque invitaba a otros investigadores a utilizar muestras más grandes para examinar mejor el conocimiento y las actitudes de los médicos, sus resultados fueron prometedores. Aunque la mayoría de los médicos encuestados carecía de conocimientos acerca de las ECMs, otra gran parte también quería aprender más acerca del fenómeno. Cuarenta y siete por ciento de los participantes del estudio de Moore indicó que una de las maneras en que las futuras generaciones de médicos deberían aprender acerca de las ECMs era a través de un curso en la Facultad de Medicina (La inclusión del tema de las ECMs en los planes educativos de la Facultad de Medicina será mencionada más adelante).
Después de alcanzar un pormenorizado y fundamentado conocimiento acerca de las ECMs, cualquier médico estará en consecuencia adecuadamente preparado para compartir con sus pacientes las ECMs que otros pacientes hayan tenido de manera semejante (Fremit, 1989; Moody, 1977; Parnia y Fenwick, 2002). Simplemente, reconocer la existencia de cuán normal puede ser tener una ECM, y ayudar a que el paciente sienta consuelo y alivio. Además, validando las ECMs de los pacientes, un médico podría inculcar en los pacientes más valor y fortaleza para compartir sus ECMs con otras personas, como familiares, amigos o seres queridos. Por el contrario, un médico que ignora la ECM de sus pacientes, o las desprecia como meras alucinaciones sin sentido, probablemente engendrará en estos pacientes una sensación de rechazo, e incluso podría contribuir a la depresión (Moody, (1980; Ring, 1984; Walker, 1989). Este sentimiento de rechazo puede inhibir a los pacientes de cualquier intento de revelar una ECM.
Así como un médico debe reconocer la ECM de su paciente, también debe saber escuchar activamente sus verbalizaciones de manera imparcial y desprejuiciada (Moody, 1980; Morse, 1994; Walker, 1989). Este proceso incluye demostrar una preocupación genuina acerca del bienestar emocional que produce la ECM de su paciente, reconociendo y aceptando la intensidad emocional típicamente asociada y la percepción de significado profundo que tienen estas experiencias para las personas que pasan por éstas. Esta validación probablemente conduzca a otorgarle un sentido de aceptación a los pacientes. Por último, un médico debería escuchar y no intentar superponer su propio significado espiritual, ni personal, a la ECM de su paciente; en todo caso, un médico podría hacer que el paciente descubra por si mismo el significado de su propia experiencia.
Consideraciones especiales para con niños
El alpinista sueco Arnold Heim coleccionó experiencias de alpinistas que sobrevivieron a caídas, y narraron experiencias cercanas a la muerte.
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Según Fremit (1989), los médicos "a veces fracasan al prestar la correcta atención al impacto emocional potencial [de las ECMs] en los niños" (p. 47). Los niños que tuvieron ECMs pueden tener necesidades extraordinarias que los médicos, especialmente los pediatras, necesitan tener en consideración. Algunos pediatras han sugerido que los médicos deberían prestar especial cuidado al estado emocional de los niños que tienen ECMs (Herzog y Flerrin, 1985), debido a que incluso los adultos tienen dificultades de comunicar coherentemente sus ECMs al ser experiencias inefables. Si los adultos expresan el desafío de transmitir adecuadamente su experiencia a causa de las limitaciones del lenguaje humano, cuanto más para los niños sea presumiblemente sea mucho mayor!
Además, los niños pueden inquietarse mucho cuando tratan de expresar con palabras su ECM a causa de las emociones conflictivas que rodean tales experiencias (Morse, 1994a, 1994b). Una de las razones por este conflicto de emociones puede ser la incapacidad de los niños, sobretodo aquellos menores de 10 años de edad, de comprender el concepto de la muerte (Herzog y Herrin, 1985). Los niños probablemente experimenten una ECM como una forma de separación o abandono. A causa del impacto emocional que una ECM puede tener sobre ellos, los niños podrán necesitar más apoyo emocional de sus médicos. Por ejemplo, un niño expresó con palabras una ECM a su pediatra sólo después de dibujar las imágenes que la representaban (Morse, 1983). Este caso especial de una intervención específica es el tipo de flexibilidad clínica que los médicos podrían necesitar cuando se trabaja con niños con ECM.
Enfermeras
A veces son las enfermeras las agentes de salud con quienes los pacientes primero entran en contacto (Cakes, 1981), y los recursos primarios de aquellos pacientes con necesidades tanto médicas como psicosociales (Milne, 1995). Los roles que las enfermeras asumen pueden explicar por qué los pacientes prefieren revelar su ECM a las enfermeras antes que a otros agentes de salud (Cakes, 1981). Por lo tanto, las enfermeras, asi como los médicos, deben estar informados en todo detalle acerca de las ECMs y cómo responder a los pacientes que tienen tales experiencias (Barnett, 1991; Bucher et al., 1997; Cunico, 2001; McEvoy, 1990; Orne, 1986; Thomburg, 1988; Trevelyan, 1989).
En varios estudios, los investigadores han observado las actitudes de las enfermeras hacia su conocimiento acerca de las ECMs (Barnett, 1991; Bucher et al., 1997; Cunico 2001; Orne 1986). En el primero de estos estudios, Orne (1986) encontró que de 912 participantes, el 70% dijo tener conocimineto de las ECMs. Lo interesante es que, de ese porcentaje, el 89% no había respondido precisamente tests que evaluaban el conocimiento de las ECMs. Sin embargo, aparte del mucho o poco conocimiento de los participantes acerca de las ECMs, muchos dijeron tener actitudes positivas hacia éstas, sugiriendo una probable apertura por aprender más sobre el tema. Otros investigadores han encontrado resultados similares (Bucher et al. 1997; Hayes y Orne 1990).
Una limitación en el estudio de Orne fue la manera en que se evaluó una de las preguntas de la investigación: "¿El conocimiento y la actitud influyeron sobre su servicio como enfermera" (p. 419). Para esta pregunta específica, la investigadora operacionalizó conocimiento como "lo que un paciente dice sobre una ECM" (pag. 419) en lugar de evaluar el conocimiento que tienen las enfermeras sobre las ECMs. Por lo tanto, la pregunta sobre la relación entre grado del conocimiento exacto de las ECMs y la cualidad de la atención de una ECM quedó vacante.
Linda Barnett (1991) empleó el cuestionario de Thornburg (1988) en su investigación con enfermeras de un hospital. Barnett argumentó que las enfermeras "necesitaban conocimiento y actitudes adecuadas para ayudar a los pacientes a tratar con sus necesidades emocionales y espirituales respecto al proceso del morir y las ECM (pag. 226). De las 600 encuestadas, el 63% dijo haber atendido al menos a un paciente que había revelado una ECM. Barnett encontró que el 52% de sus participantes tenían conocimiento suficiente sobre las ECMs. Además, el 100% tenía actitudes positivas hacia las ECMs. Como en estudios anteriores que evaluaban las actitudes de los médicos, la mayoría de los encuestados de Barnett manifestó que los programas educativos de enfermería deberían incluir necesariamente un curso sobre ECMs.
Laura Cunico (2001) también usó el cuestionario de Thornburg (1988) en su estudio con enfermeras de tres hospitales en Italia. En términos generales, los participantes en el estudio obtuvieron valores bajos en su conocimiento de las ECM. Cunico argumentó que eso era debido a que la investigación de las experiencias cercanas a la muerte en Italia recién había empezado aproximadamente una década después que en los Estados Unidos, y que las enfermeras en Italia no tuvieron la oportunidad de recibir información como ocurrió en los Estados Unidos. Además, las ECMs no estaban incluidas en ningún programa de formación en enfermería en Italia. Claramente, la cuestión de una preparación adecuada para tratar con las ECM no estaba limitado a los programas de educación en enfermería en los Estados Unidos.
Los investigadores en enfermería y los enfermeros han tenido mejor desempeño en ayudar a pacientes con ECM que otros agentes de salud (Byl, 1988; Callanan, 1994; Cole, 1993; Corcoran (1988; Freeman, 1985; Flayes et al. 1998; Lee, 1978; Oakes, 1981; Orne, 1995; Sommers, 1994; Trevelyan, 1989; Vinter, 1994; Wimbush, Hardie, y Hayes, 2001). De manera abrumadora, las enfermeras han reconocido que se debe permitir a las enfermeras y a otros agentes de la salud la libertad de que sus pacientes comuniquen sus experiencias. La siguiente lista representa una compilación de sugerencias junto con la frecuencia (entre paréntesis) con la cual los autores hicieron cada recomendación, comenzando con la más frecuente y a la menos frecuente:
- Ser imparcial hacia pacientes que explican sus ECM. (11)
- Prestar atención al impacto a largo plazo que las ECM tienen sobre sus pacientes y hacer la correcta derivación a profesionales que conocen ECM. (9)
- Ser cuidadosos con los signos más comunes de ECM por ejemplo, cambios en el afecto del paciente siguiendo a una crisis aguda de salud. (8)
- Ser consciente de las propias actitudes hacia las ECM. (7)
- Universalizar y normalizar la experiencia en los pacientes; dejarles saber que no están solos. (7)
- Durante resucitación, u otros procedimientos dolorosos, tocar la mano del paciente. (7)
- Permitir que los pacientes le relaten sus historias en su propias palabras; evitar hacer una investigación. (7)
- Dejar que los pacientes expresen sus emociones y le hagan preguntas. (6)
- Mientras los pacientes están inconscientes, no hacer uso de amenazas, coersiones, bromas de mal gusto, o un emplear un lenguaje impropio. (5)
- Mientras un paciente está inconsciente, asignarle una enfermera que permanezca cerca de la cabeza del paciente para que narre lo que le sucedió. (5)
- Cuando los pacientes recobran el conocimiento, comenzar una orientación de realidad. (5)
- Discutir con el paciente cómo quiere revelar su ECM a sus familiares, incluso si los pacientes desean que las enfermeras estén presentes en ese momento. (5)
- Apoyar a las familias de los pacientes con sus experiencias y referirse a sus propios recursos. (5) Reforzar la confidencialidad. (5)
- No etiquetar a los pacientes ni a sus experiencias. (4) Proporcionar información confiable acerca de las ECMs. (4) Evitar explicar o interpretar el significado de las ECMs. (3) No tocar la cabeza del paciente, el cuello, ni el rostro mientras está inconsciente. (3)
- Cuando el paciente recobre la conciencia, darle tranquilidad. (3)
- Discutir los períodos de inconsciencia del paciente para establecer un clima para la discusión posterior si el paciente necesita hablar de sus experiencias. (3)
- Escuchar atentamente y permitir a los pacientes completar sus relatos. (3) Documentar las experiencias de los pacientes, si es necesario dibujando. (2)
- Estar atento al impacto de las ECMs en las conductas inmediatas de los pacientes. (2)
- Ser honesto. (2)
Annalee Cakes (1981) sugirió que las personas con ECM que intentan confesar sus experiencias normalmente eligen a enfermeras en quienes confiar. Excepto por dos investigaciones que se han ocupado de evaluar realmente las perspectivas de los pacientes en relación a las respuestas de las enfermeras hacia las ECMs (Morris y Knafl, 2003; Schoenbeck y Hocutt, 1991), ningúna de las sugerencias antes mencionadas han sido validadas mediante la investigación empírica.
Bruce Greyson
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En un estudio con pacientes que experimentaron resucitación cardiopulmonar, Susan Schoenbeck y Gerald Hocutt (1991) analizaron las reacciones de los pacientes con ECM por las respuestas dadas por las enfermeras. Los investigadores utilizaron un formato de entrevista con preguntas a los participantes acerca de posibles respuestas para sus ECMs. Para determinar si las experiencias de los participantes estaban dentro del criterio de una ECM, los investigadores administraron la Escala de ECM de Bruce Greyson (Greyson, 1983), pero solamente un participante estaba dentro del criterio de un puntaje de siete o más en una escala de 16 reactivos. Desde la perspectiva de un paciente, una respuesta contenedora fue tranquilidad, universalización de las ECMs, y escucha activa, donde la enfermera se mantuvo abierta a escuchar la historia del paciente y le ayudó a comprender su experiencia.
Linda Morris y Kathleen Knafl (2003) preguntaron a cinco pacientes que experimentaron ECM qué sugerencias tenían para las enfermeras. Los pacientes dijeron que etiquetar a la experiencia como un síntoma psicopatológico, por ejemplo, una alucinación, no era útil; los pacientes recomendaron que médicos y enfermeras validen las experiencias de sus pacientes y esperaban que los pacientes supieran que cuando estaban aparentemente inconscientes a veces podían oír lo que los médicos y enfermeras decían a su alrededor. Por lo tanto, según estos pacientes, las enfermeras deben evitar utilizar un lenguaje vulgar o inapropiado durante el procedimiento quirúrgico, o resucitación, en caso que pacientes experimenten una ECM. Claramente, las declaraciones de los pacientes reflejaban en parte lo que los investigadores habían enlistado en sus recomendaciones de cómo responder a las personas que habían tenido ECM.
Sacerdotes y otros representantes religiosos
Además de médicos y enfermeras, los pacientes que han tenido una ECM en hospitales también revelan experiencias a sacerdotes, capellanes o párrocos de hospital (Bechtel et al., 1992; Royse, (1985). Después que son dados de alta en el hospital, los pacientes que han experimentado una ECM llaman a los sacerdotes para recibir orientación espiritual. David Royse (1985) encuestó a sacerdotes representaban a (20 denominaciones cristianas, desde teologías progresistas hasta las más conservadoras; los grupos más numerosos eran metodistas (53%) y católicos (9%). De su muestra de 174 sacerdotes, el 65% indicó haber aconsejado a por lo menos un paciente que había revelado una experiencia similar a la descripción que hace Moody (1975) de una ECM. En un estudio posterior de 3(20 representantes religiosos protestantes, católicos, judíos y otras confesiones orientales inespecíficas, el 85% indicó haber aconsejado a pacientes que habían tenido ECM (Bechtel et al., 1992). No obstante limitados en número y representación geográfica, estos dos estudios señalan que el sacerdote escucha (o debería hacerlo) las narraciones de ECM y sus componentes.
Para brindar un servicio eficiente a las personas con ECM, los sacerdotes -asi como los médicos- primero deben tener información adecuada acerca de las ECMs (Axelrod, (1978; Bechtel, et al. (1992; Royse, 1985). Revisando la literatura sobre experiencias cercanas a la muerte, encontramos sólo tres estudios que evaluaban conocimiento y actitudes de los sacerdotes hacia las ECMs (Bechtel et al., (1992; Hayes y Waters, 1989; Royse, 1985). En el estudio de Royse (1985), el 52% de los sacerdotes había leído al menos un libro acerca de ECM, pero lamentablemente, Royse no investigó el grado exacto de información de los participantes sobre las ECMs. Hayes y Waters (1989) encuestaron a sacerdotes de religiones inespecíficas y encontraron un resultado ligeramente mayor: De su muestra de 103 sacerdotes, el 76% indicó estar familiarizado con las ECM.
Lori Bechtel y otros (1992) utilizaron el cuestionario de Thornburg (1988) con su muestra de 320 sacerdotes de diversas religiones. El 98% de los participantes indicó haber oído de ECMs, sin embargo, el puntaje promedio de los participantes en la escala de "conocimiento de una ECM" era de 7,8 de un 15 posible. Los investigadores concluyeron que esta muestra padecía de una "falta de conocimiento cabal" (p. 166) acerca de las ECM. Los sacerdotes en este estudio habían sobreestimado sus conocimientos -o lo poco que sabían- como "adecuado". En términos generales, los participantes, no obstante, tenían actitudes positivas hacia las ECM, y casi la mitad manifestó tener interés en saber del tema más mediante cursos y talleres. Todo indica que los sacerdotes necesitan, y están bastante dispuestos a informarse acerca de las ECM para aconsejar mejor a sus feligreses.
Hay un efecto secundario bien conocido de la ECM, que es potencialmente importante, en particular para los orientadores espirituales: los cambios en la espiritualidad y/o la religiosidad del individuo que pasó por una ECM. Varios investigadores han encontrado que muchas experiencias producen cambios profundos sobre sus creencias espirituales, y que éstas pueden aumentar o disminuir su grado de participación en las religiones formales. En respuesta a estos efectos secundarios, los pacientes podrían querer buscar una orientación o guía espiritual o religiosa, y allí los orientadores espirituales deben tener información acerca de las ECM y saber cómo responder cuándo los pacientes confiesan estas experiencias.
¿Cómo debería responder un sacerdote o un orientador espiritual cuando un miembro de la comunidad religiosa relata una ECM? En su encuesta, Bechtel et al. (1992) encontró que el 47% de los encuestados sugería que los sacerdotes deberían escuchar activamente, sin interrupciones, a las personas que narran estas experiencias. Otros autores coincidieron con esta perspectiva (Axelrod, 1978; Royse, 1985; Sabom, 1980). Pero aparte de esto, no pudimos encontrar otras respuestas en la literatura, además de la falta de investigación y evidencia científica suficiente como para evaluar cualquier otro tipo de respuestas de los sacerdotes. Esta carencia es un tema de preocupación particular porque ciertos desafíos específicos vinculados a las ECMs se relacionan con el dominio de la orientación espiritual en la práctica médica. Por ejemplo, un sacerdote, puede sentir como un desafío personal cuando debe responder a una persona cuando ésta comienza a tomar distancia, tanto de la religión formal como del sacerdote. Por ésta y otras razones, es lamentable que la investigación sobre las aplicaciones prácticas de las ECMs esté tan ausente del campo de lo religioso y lo espiritual.
Psicólogos, psiquiatras y psicoterapeutas
Resulta fácil suponer porqué tan pocas personas que sobreviven a una crisis de salud u otro evento crítico, comunican luego una ECM; probablemente un número de ellos estén entre los pacientes de los psicoterapeutas, y una variedad de factores pueden influir sobre la incidencia y la profundidad con que las personas revelan sus experiencias a sus psicólogos, psiquiatras y psicoterapeutas. Otra suposición es que los profesionales de la salud mental pueden proporcionar un ambiente psicológicamente seguro e imparcial en el que las personas pueden sentirse libres de comunicar, analizar, e integrar sus experiencias. Sin embargo, en la literatura no hay un indicador acerca de la incidencia ni la profundidad con que las personas revelan realmente sus experiencias. De hecho, hay un sólo estudio que incluyó incidencia de ECM (Walker y Russell, 1989): De los 117 psicólogos encuestados que estaban matriculados en el Departamento de Matrícula y Educación del estado de Illinois, sólo el (19% había aconsejado acerca de ECM. La carencia de evidencia de científica respecto a la incidencia de personas que revelan haber tenido una ECM es preocupante porque "los pacientes con ECM en psicoterapia puede tener necesidades especiales" (Groth-Marnat y Summers, 1998, pag. 122); y esas necesidades no pueden ser satisfechas, ni valoradas siquiera, si los clientes no revelan su ECM y si los profesionales en salud mental ignoran la presencia de éstas y sus factores relacionados, en sus clientes.
Otra área en la literatura de ECM que ha recibido poca atención es el grado de conocimiento que los profesionales en salud mental tienen acerca de las ECM. Barbara Walker y Robert Russell (1989) administraron el cuestionario de Thornburg (1988) a su muestra; el 81% de los participantes eran psicólogos clínicos, de los cuales el 38% vieron a sus pacientes en el contexto de su práctica privada. La media de su conocimiento de la ECM era de 7,5, mostrando que la mayor parte de los participantes tenían conocimiento incompleto. Además, aunque el 88% de los participantes estaban familiarizados con la ECM, muchos de ellos se identificaron sólo con una de las 15 dimensiones de ECM enunciadas por Moody (1975). Sin embargo, los participantes tenían, en términos generales, una actitud positiva hacia las ECM, y muchos expresaron el deseo de saber más acerca de las aplicaciones de la ECM en su práctica clínica. Si bien este estudio contribuyó a una comprender mejor las actitudes de los psicólogos hacia las ECM, ningún investigador evaluó hasta ahora estas dimensiones entre los profesionales de salud mental, orientadores o consejeros, asistentes sociales, psicólogos clínicos, y psiquiatras.
Evaluando los Efectos Secundarios de las ECMs en Salud Mental
Numerosos investigadores han observado patrones de reacción intra e interpersonales, cambios, e incluso transformación en las personas que las experimentan. Intrapersonalmente, los efectos secundarios emocionales a corto y largo plazo incluyen malestar, enojo, confusión, duda, y aislamiento. Las consecuencias psicológicas son cambios profundos en el sistema de valores de las personas con experiencias, aumento de la autoestima, y pérdida del temor a la muerte. Los cambios espirituales incluyen, como se mencionó, cambios en la sensibilidad a lo espiritual y en las prácticas espirituales o religiosas; también un aumento o la aparición de algunos fenómenos paranormales, por ejemplo, hipersensibilidad empática para con otros, telepatía, precognición, y sanación mental -para otros o de si mismo. Efectos secundarios físicos, por ejemplo, sensación de haber sido transformado físicamente con resultados tales como necesidad mínima de dormir y la interrupción o fallas en los aparatos eléctricos cercanos a las personas con experiencias. Por una variedad de razones, algunas personas pueden integrar sus experiencias con relativamente escasa dificultad, en tanto que otros dicen que sus vidas a veces parecen haber estado perturbadas seriamente durante años en el proceso de integración de sus experiencias.
Estos cambios intrapersonales pueden afectar las relaciones interpersonales de las personas con ECMs en una diversidad de formas. Numerosos profesionales en salud mental e investigadores de ECMs coinciden en afirmar que los primeros pueden ayudar a las personas con experiencias que buscan orientación (Bonenfant, 2001; Christian, 2005; Greyson, 1997, 2003; Groth-Marnat y Summers, 1998; Insinger, 1991; Musgrave, 1997; Raft y Andresen, 1986; Ring, 1984). Los profesionales en salud mental pueden ayudar tanto a las personas con experiencias, asi como también a sus familiares o personas cercanas (Greyson, 1997). En lo que sigue se planteará una revisión de varios estudios en los cuales sus resultados tienen fuertes implicaciones para los profesionales en salud mental que trabajan con pacientes con ECM.
Efectos secundarios intrapersonales
Jeffry Andresen
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David Raft y Jeffry Andresen (1986) llevaron a cabo un análisis de casos de dos personas con ECM, y encontraron que ambos "deseaban incorporar aspectos de sí mismos que habían descubierto" (pag. 330) a consecuencia de su ECM. Sin embargo, ambos pacientes también expresaron la necesidad de reconocer los elementos de sí mismos que no deseaban más después de su ECM. Este hallazgo confirma otras observaciones similares (Greyson, 1997; Rosen, (1976) de que el malestar psicológico puede ser parte del proceso terapéutico en personas que han pasado por una ECM, porque pueden necesitar despedirse de aspectos indeseables de sí mismos y/o recuperar otros más gratificantes de su ECM. Debido a que los investigadores no estudiaron todavía el proceso de duelo en una ECM, actualmente no existe una mejor comprensión de cómo alguna forma específica de orientación puede ser aplicada en la práctica clínica en salud mental.
Casandra Musgrave (1997) realizó un estudio cuantitativo de 51 casos de cambios vitales que siguieron a su ECM, con resultados pertinentes a la cuestión de la perturbación psicológica para la cual las personas quizá busquen orientación. La mayoría de los participantes llegaron a ser más útiles, compasivos, aperturados, y determinados. Sin embargo, el 8% indicó que estaban más deprimidos, y el 2% que se sentían más temerosos. Además, los participantes revelaron una dicotomía interesante: la mayor parte experimentó un aumento en su calidad de vida a consecuencia de una ECM, el 76% temor a compartir con otros su ECM por miedo a ser ridiculizado o rechazado por su experiencia. Estos resultados muestran la controversia de que parte de los profesionales en salud mental evitan sus responsabilidades hacia la ECM de estar preparado para facilitar cualquier emoción en torno a los temores que estas personas tienen por compartir sus experiencias con otros, incluyendo posiblemente a los mismos profesionales en salud mental.
Richard Bonenfant encontró a un chico que había experimentado síntomas de estrés postraumático después de su ECM.
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En un estudio con 52 participantes, Gary Groth-Marnat y Roger Summers (1998) examinaron empíricamente las actitudes, creencias, y conductas. Compararon a un grupo control de 27 participantes que habían tenido una experiencia de proximidad a morir pero no habían tenido ECM, y los resultados indicaron que aquellos que tenían ECM tenían niveles de temor a la muerte mucho menores y mas autoestima. Estos resultados coincidían con otros estudios sobre los efectos secundarios psicológicos de las ECM (Flynn, 1982; Greyson, 2000; Musgrave, 1997). De este modo, los profesionales de salud mental quizá sean menos propensos a encontrar problemas de la baja auto-estima y temor a la muerte en pacientes con ECM, sobretodo en aquellos cuyas experiencias eran predominantemente gratas.
Otros investigadores también han encontrado cambios específicos en las actitudes y creencias que siguen a la ECM relacionadas a psicopatologías preexistentes. Greyson (1981, 1992, 1993) encontró que personas que experimentaban ECM durante intentos de suicidio reducían subsiguientemente el riesgo de nuevos intentos de suicidio. Los síntomas de estrés postraumático había disminuido después de ECMs (Greyson, (2001), y en un estudio de caso único en el cual el recuerdo de una ECM era resultado de un intento de suicidio pudo haber contribuido a la recuperación de una mujer con un cuadro de estrés postraumático y trastorno de alimentación (bulimia nerviosa) (Janet Colli y Thomas Beck, (2003). De modo que los profesionales en salud mental quizá esperen que la ECM sea de alguna manera un aliado en los cambios terapéuticos de los pacientes en términos de un aumento de la salud psicológica, esto es, que las experiencia cercana a la muerte -lejos de ser un síntoma- sea un factor salugénico hacia otras patologías preexistentes.
Las ECM negativas o perturbadoras son de especial preocupación, a causa de sus consecuencias típicamente estresantes (Bonenfant, 2001; Bush, 2002; Greyson y Bush, 1992). Richard Bonenfant presentó el caso de un chico de seis años de edad que había experimentado una ECM después de un accidente automovilístico. A posteriori, sus padres dijeron "que su hijo había sufrido agitación, ansiedad, y pesadillas durante meses después de su ECM (pag. 93). Bonenfant indicó que el chico y sus padres habían experimentado estrés postraumático después de la ECM del chico. Otros investigadores han indicado que las ECMs perturbadoras pueden aumentar el temor de las personas con ECM, requiriendo cierto tratamiento especial por parte de los profesionales en salud mental (Bush, 2002; Greyson y Bush, 1992).
Efectos secundarios interpersonales
Debido a las muchas transformaciones intrapersonales y los efectos emocionales que a veces tienen las ECM, éstas también pueden influir en las relaciones interpersonales. Musgrave (1997) encontró que el 78% de los participantes en su estudio logró un aumento de su calidad de vida en sus relaciones. Otros investigadores han explorado los efectos de las ECM en las familias y las relaciones conyugales (Christian, 2005; Groth-Marnat y Summers, 1998; Insinger, 1991; Sutherland, 1992).
Para la psicóloga australiana Cherie Sutherland la tasa de divorcio en personas que habían experimentado ECM fue casi tres veces mayor que el promedio de divorcios de la población.
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Cherie Sutherland (1992) observó que la tasa de divorcio en participantes que habían experimentado ECM en su estudio fue casi tres veces mayor a la media de la población australiana. Mori Insinger (1991), en su análisis cualitativo de los efectos secundarios de las ECM sobre las relaciones conyugales y familiares, encontró resultados similares. Los participantes en su estudio indicaron que sus relaciones conyugales terminaron a consecuencia de la incapacidad de sus esposos/as de enfrentarse a los cambios producidos por sus ECM, y el efecto subsiguiente que las diferencias en su percepción de valores habían tenido en sus relaciones conyugales.
Sandra Rozan Christian (2005) encontró mayor conexión cuantitativa entre la terminación de las relaciones inteerpersonales y las ECMs. En su estudio empírico de relaciones maritales, Christian comparó a un grupo de personas con ECM que usaba su experiencia como un referente pasado con otro grupo de personas que usaba otros eventos de su vida como agentes de cambio significativo, pero sin ECM, y encontró que el 65% de los matrimonios de las personas con ECM había terminado en divorcio después de su ECM, comparado con el (19% de personas sin ECM. También encontró baja satisfacción marital, baja estabilidad marital, y falta de situaciones con significado compartido en las relaciones maritales, como una consecuencia negativa en la mayoría de los participantes con ECM. Las personas con experiencias cercanas a la muerte que se divorció tendía a sostener que sus valores post-ECM habían resultado en una característica de divergencia con su esposo/a. Pero una minoría de personas con ECM manifestó que sus cambios de valor post-ECM habían resultado en un valor de convergencia con sus esposos, resultando en matrimonios los cuales eran más satisfactorios y estables que antes de su ECM. A pesar de una falla en el procedimiento de muestreo -usó muchas situaciones de cambio recientes como referentes, permitiendo de este modo tener menos tiempo para que la depresión y el divorcio ocurran- las conclusiones de Christian coinciden con la investigación acerca de una mayor incidencia de la disolución de relaciones primarias después de una ECM.
Sólo un estudio entró en conflicto con la idea de que la ECM a veces lleva a problemas en las relaciones conyugales; mientras que Groth-Marnat y Summers (1998) compararon, por ejemplo, cambios en el estado civil, estos investigadores no encontraron diferencias significativas entre participantes con ECM, y participantes que pasaron por situaciones amenazantes para su vida, pero sin ECM. Sin embargo, los autores notaron que este resultado podría haber sido producto del estrés post-traumático que a veces acompaña a ciertas experiencias amenazantes. Por lo tanto, ambos grupos podrían haber tenido problemas maritales pero por razones diferentes.
Basados en estos resultados, los profesionales en salud mental podrían esperar que los pacientes con ECM que estaban comprometidos en relaciones maritales en el momento de su ECM reporten cambios en tales relaciones como resultado de su ECM. El peso de evidencia sugiere que la mayoría de las personas con ECM tenderían a mayor perturbación, pero otros también podrían reportar mayor satisfacción. Los resultados, naturalmente, no muestran cómo abordar los problemas de relación en el matrimonio, pero vale la pena notar que, empíricamente, el terapeuta de pareja John Gottman (1999) identificó valores nucleares divergentes, a los que califica como "sueños incompatibles con la vida", por ser uno de los pocos casos en los cuales el divorcio parecía aconsejable.
Personas con experiencias cercanas a la muerte también han reportado conflictos post-ECM con niños, otros parientes, y amigos -éstos últimos incluyen una mayor o total renovación en sus relaciones sociales (Greyson, (2000). Claramente, éstos conflictos podrían ser el foco central de la orientación y la psicoterapia en personas con experiencias cercanas a la muerte.
Otro foco es el cambio de carrera, esto es, parece ser común en personas con ECM experimentar cambios vocacionales profundos, y cambios de carrera para apostar por carreras vinculadas al servicio social después de sus ECMs. El impacto de este cambio -especialmente si implica un costo personal, interpersonal y financiero- podría convertirse razonablemente en un probable foco de orientación y psicoterapia en personas con ECM.
Problemas Procesuales en los Profesionales de Salud Mental
Trabajar desde una sola teoría psicoterapéutica es, por lo general, una práctica bastante aceptada en los profesionales de salud mental (Fall, Holden, y Marquis, 2004). Greyson (1983) planteó que esta práctica no debería ser diferente cuando se trabaja con pacientes con ECM. La conceptualización teórica del profesional en salud mental en relación con la ECM posee un "significado para comprender el grado de adaptación del individuo a la experiencia y sus efectos posteriores" (pag. 380). La conceptualización teórica permite al clínico comprender la "dinámica subyacente" (pag. 380) de la ECM sin atribuir la experiencia a la fantasía o a la alucinación. La interpretación teórica no significa que el clínico está etiquetando al cliente; la conceptualización actúa más como una manera mediante la cual el clínico comprende, dentro de un contexto coherente, la cualidad inefable de la experiencia. En última instancia, la interpretación teórica beneficia al paciente, porque también le permite al clínico conceptualizar saludable de una manera la integración holística de la ECM en la vida del paciente.
Bette Furn (1987), quien introdujo un modelo transcultural para conceptualizar a las ECMs cuando trabajaba con esta población, observó el problema psicológico de un cliente en el contexto de su proceso de adaptación. Tuvo en cuenta, desde una perspectiva transcultural, que la adaptación es un proceso continuo y no tiene punto final específico, y que el "común denominador" (pag. 13) de las personas con ECM es que sus cosmovisiones experimentaban una transformación a consecuencia de su ECM. Cuando los pacientes con ECM comenzaban a reevaluar el proceso de cambio de sus cosmovisiones, experimentaban una especie de "shock cultural". Finalmente, a consecuencia de su práctica como consejera transcultural, las personas con ECM aprendían a respetar y aceptar las cualidades de sus nuevas cosmovisiones, así como la cosmovisión de su cultura dominante, que en su experiencia, eran occidentales.
Sin embargo, (1987) el modelo transcultural de Furn trajo algunas críticas, por ejemplo, Judith Miller (1987) defendió un abordaje rogeriano de psicoterapia centrada en el cliente, desde el cual las personas y sus clínicos no tiene un objetivo psicoterapéutico específico. Miller estaba en desacuerdo con Furn por el uso del concepto de adaptación porque implicaba a la psicopatología. Por último, Miller negaba la afirmación de Furn de que la mayoría de los profesionales en salud mental tenían la pericia necesaria como para trabajar con personas con ECM. En su lugar, Miller sugirió que "los terapeutas que se identifican con diferentes disciplinas teóricas necesariamente tendrán diferentes valores y utilizarán estilos y técnicas diferentes al trabajar con ECMs" (pag. 36); también sugirió que estas variaciones quizá resulten más o menos útiles para las ECMs.
En realidad, hay modelos teóricos específicos para orientar a personas con ECM, desde aquellos que explícitamente no toman en cuenta experiencias subjetivas que involucran a la ECM, como el conductismo clásico, hasta aquellos que valoran la experiencia subjetiva, como el psicoanálisis o la terapia centrada en el cliente, o incluso los que valoran explícitamente experiencias en el dominio de lo transpersonal, como la teoría integrativa de Ken Wilber (Fall, Holden, y Marquis, (2004). Hipotéticamente, los terapeutas con una orientación conductista estarían menos preparados para conducir procesos terapéuticos o psicoeducativos a personas con ECM, y aquellos con una orientación más integral estarían mejor preparados para ambos procesos; esta posibilidad está abierta para futuras investigaciones. Aunque el debate acerca de cuál teoría o modelo psicoterapéutico es el más apropiado continúa, hay algo que es cierto: adoptar una teoría coherente para todos los pacientes, hayan o no tenido una ECM, o derivarlo cuando el profesional se encuentra limitado en conocimientos o en su capacidad para evaluar el fenómeno, parece ser una línea de trabajo mucho más beneficiosa para el paciente con ECM.
Diagnóstico diferencial
Aunque la conceptualización teórica sea importante para aconsejar a personas con ECMs, atribuir causalidad psicológica a las ECM no ayuda en nada a aquellos que necesitan psicoterapia (Greyson y Harris, 1987; Noble, 1987), y a veces pueden producir un error diagnóstico en psicopatología. Por lo tanto, los profesionales en salud mental deben ser conscientes del diagnóstico diferencial de una ECM (Bates y Stanley, 1985). Durante el desarrollo del Manual Estadístico y Diagnóstico de Trastornos Mentales (American Psychiatric Association, 1994), los investigadores propusieron una nueva categoría diagnóstica conocida como "código Z", que evalúa fenómenos que no involucran psicopatología per se pero hace un llamado de atención clínica para integrar cuestiones que provienen de experiencias espirituales o religiosas, designados como asuntos o problemas de orden psicoreligioso o psicoespiritual (Lukoff, Lu, y Turner, 1992). Estos autores argumentaron que el diagnóstico de trastorno adaptativo estaba fuera de lugar porque muchas de los efectos secundarios de las experiencias transpersonales, como las ECMs, eran reacciones "normales y esperables" (pag. 679). Además, sostienen que afirmaron que las experiencias espirituales o religiosas perturbadoras no eran apropiadamente evaluadas en programas de entrenamiento o por los profesionales.
Las experiencias cercanas a la muerte a veces han sido atribuidas erróneamente a la psicopatología (Greyson y Harris, 1987), pero para diferenciar aún más las ECMs de la psicopatología, Greyson (2003) incorporó un diseño de investigación empírico en su estudio de los efectos secundarios en una población psiquiátrica de pacientes ambulatorios (no hospitalizados). Se comparó a un grupo de 61 participantes que había tenido un incidente de proximidad a la muerte y que había experimentado una ECM con otro grupo de 211 participantes que habían tenido un incidente pero no habían experimentado ECM. Los participantes completaron el cuestionario SCL-90-R (Derogatis, 1992), un instrumento diseñado para medir malestar psicológico general hasta una semana antes de completar el instrumento. Los participantes que habían tenido un incidente de proximidad a la muerte, pero no ECM, no mostraron tener más malestar psicológico que quienes habían tenido una ECM en el contexto de un incidente de proximidad a la muerte. Los resultados indicaron que las ECM no estaban relacionadas causalmente con el malestar psicológico.
Después, Greyson y Liester (2004), en su investigación de alucinaciones auditivas, separaron los efectos secundarios de las ECMs de los trastornos psicológicos, y compararon a las personas con ECM que incluían alucinaciones auditivas con una muestra de pacientes psiquiátricos con alucinaciones auditivas. Aquellas personas con experiencias cercanas a la muerte tenían actitudes notablemente más positivas hacia sus experiencias auditivas que los pacientes psiquiátricos. Estos resultados indican que las alucinaciones auditivas en una ECM no siempre son patológicas; de modo que para los profesionales en salud mental, asumir que las alucinaciones auditivas están presentes en todos casos no es totalmente correcto.
Intervenciones de orientación
Los profesionales en salud mental e investigadores han presentado varias sugerencias de técnicas específicas para trabajar con personas con ECM. Además de orientar al individuo, al grupo, a la pareja o a la familia (Greyson, 1997), muchos profesionales han estimulado el uso de técnicas y estrategias experienciales. Algunos profesionales emplearon exitosamente la hipnosis para asistir a personas con ECM para recuperar el recuerdo total de la experiencia de sus pacientes (Colli y Beck, 2003; Holden y MacHovec, 1993). Si bien debemos reconocer que la inmensa mayoría de las personas con ECM consideran a su ECM verdadera, a diferencia de una fantasía, Bush (2002) sugirió que las técnicas de trabajo con sueños pueden ser útiles para ayudar a que las personas con ECM puedan tener más claras y profundizar sus interpretaciones acerca de su ECM. En respuesta a la característica virtualmente más universal de la ECM, que es su inefabilidad, Greyson (1997) sugirió el uso de la imaginería guiada o el arte para ayudar a las personas con ECM a expresar sus emociones o pensamientos que a veces son incapaces de comunicar en palabras.
Además de técnicas específicas, lo que sigue son algunas pautas generales para profesionales en salud mental que trabajan con pacientes que tuvieron ECM (Greyson, 1997; MacHovec, 1994; Noble, 1987):
1. Evitar la suposición de que las ECMs son síntomas de psicopatología.
2. Brindar un ambiente seguro e imparcial -o desprejuiciado- en donde los pacientes puedan plantear libremente aquellas experiencias y emociones que rodean a su ECM.
3. Evitar proyectar su propio sistema de valores.
4. Normalizar la experiencia sin apartarse de la singularidad de la ECM. Los profesionales a veces recomiendan la biblioterapia (Noble, 1987) o la psicoeducación (Greyson, 1997) para este proceso.
5. Ayudar al paciente a integrar la ECM en su vida cotidiana.
6. Derivar al paciente a grupos de personas o talleres de experiencias. La Asociación Internacional para el Estudio Cercano de Muerte (International Association for Near-Death Studies o IANDS), tiene 55 grupos distribuidos en los Estados Unidos y existen muchos más en varios países en todo el mundo (www.iands.org)
Estas sugerencias son específicas para los profesionales en salud mental y probablemente sean mejor tenidas en cuenta junto con las sugerencias que se exponen en la discusión anterior acerca de la práctica de médicos y enfermeras. En relación con llevar a cabo estudios acerca de los hábitos y necesidades de las personas que tuvieron una ECM, Regina Hoffman (1995a, 1995b) fue la primera en probar científicamente las pautas generales antes enlistadas. Hoffman entrevistó a 50 personas con experiencias para su estudio cualitativo, y los resultados indicaron que las necesidades de una persona por revelar su experiencia pasa a veces por varias etapas. Por ejemplo, las personas con experiencias cercanas a la muerte comienzan por un variado rango inicial de "shock", o sorpresa, seguido por la necesidad de validar su experiencia. Entonces, las personas con ECM comenzaban a tomar consciencia de los efectos de sus experiencias en sus vidas cotidianas. En la próxima etapa, la "exploración activa", las personas examinaban las implicaciones filosóficas, espirituales y psicológicas de sus experiencias. Por último, llegaban a una "etapa de integración", donde se sentían cada vez más capaces, a su debido tiempo, de aplicar estas experiencias a sus vidas de una manera holística e integral. Para Hoffman, los profesionales en salud mental deben estar preparados para asistir a sus pacientes para salir adelante con éxito de cada una de estas etapas.
Además, Hoffman (1995a) encontró varios puntos en común en las personas con ECM cuando deciden con quien compartir su ECMs. Los participantes de su investigación dijeron que el rechazo de sus experiencias era particularmente perjudicial las primeras veces que comenzaban a revelar sus experiencias. Los participantes también dijeron que la catarsis era un aspecto beneficioso e importante en sus relatos. Por último, estas personas habían encontrado varias cualidades en aquellas personas a quienes revelar su ECM: buena disposición para escuchar temas tanatológicos, apertura mental, respeto, imparcialidad y desprejuicio, y el aprecio del valor de sus experiencias.
Consideraciones Especiales para ECMs Perturbadoras
Nancy Evans Bush (2002) presta especial atención cuando se trabaja con pacientes que relatan una ECM perturbadora o "negativa". A causa de que estas experiencias puede ser aterradoras o pueden causar mucho miedo, los pacientes pueden tener una profunda necesidad de encontrar el significado de sus experiencias. Una de las maneras en que los terapeutas pueden participar de este proceso es empleando arquetipos y símbolos para conectar los conflictos intrapersonales de los clientes y sus experiencias transpersonales. Bush sugirió que "si la experiencia puede ampliarse lo más posible, probablemente resulte en una experiencia [terapéutica] positiva" (pag. 124). Aunque también planteó, sin embargo, que no debemos hacer ningún juicio de valor, en última instancia, los pacientes podrán necesitar trabajar todos los asuntos intrapersonales o interpersonales preexistentes para lograr integrar de forma total y significativa su ECM en su vida.
LOS EFECTOS TERAPEUTICOS DE UNA ECM EN PERSONAS SIN ECM
El psicólogo Engelbert Winkler publicó el libro "Encuentro con la luz viviente" para que los niños comprendan la ECM.
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Hay autores que han sugerido que la ECM podría tener efectos terapéuticos sobre las personas sin ECM, por ejemplo, reduciendo la ideación suicida (Ring y Franklin, 1981-1982; Winkler, 2003), para aquellos soldados que están próximos a una situación de enfrentamiento armado (Sullivan, 1984, pag. 151), en personas con enfermedades terminales (Vinter, 1994), o participando en el proceso de duelo (Horacek, 1997; McDonagh, 2004) a causa de la muerte de un ser querido.
No existe ningúna evidencia anecdótica en la literatura que favorezca los efectos terapéuticos de una ECM en las personas sin experiencia. Bruce Horacek presentó siete casos en los que el conocimiento personal de la ECM participa en el proceso de duelo en los deudos de las personas fallecidas. Horacek categoriza tres características en las personas sin ECM: Primero, aquellas personas con ECM que, poco antes de morir, compartieron una ECM con sus seres queridos, quienes les ayudaron a través del proceso de duelo cuando las personas con ECM iban a morir realmente; el segundo, que el conocimiento general de las ECMs reducía la ansiedad frente a la muerte; y el tercero, que el conocimiento general de la ECM ayudaba en el proceso de duelo de los seres queridos de las personas sin ECM que habían muerto.
John McDonagh (2004) obtuvo resultados similares como terapeuta utilizando "ECM psicoeducativas". A veces McDonagh presentaba video-entrevistas con personas que habían tenido ECM a pacientes dolientes por la pérdida de sus seres queridos, y encontró que este proceso no sólo servía como un consuelo a sus pacientes sino que también "los movilizaba emocionalmente en temas personales más allá del duelo en si mismo" (pag. 272). McDonagh también utilizaba estos video con pacientes que presentaban ideación suicida, resultando en una reducción de tales pensamientos y conductas.
La ECM psicoeducativa es un método creado por John McDonagh, con el cual redujo la intención suicida en muchos pacientes.
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Engelbert Winkler (2003) presentó el caso de un chico de nueve años, Patrick, que había intentado suicidarse a consecuencia del suicidio reciente de su padre. Winkler editó un libro ilustrado acerca de la ECM dirigido a niños, y lo compartió con este chico, en quien su ideación suicida desapareció.
Sin embargo, en un estudio de los efectos de las ECMs en estudiantes secundarios, Kenneth Ring (1995) publicó una declaración en negrita respecto al estado de investigación de las ECMs: "Es curioso que en todo el trabajo hasta ahora publicado sobre los efectos de las experiencias cercanas de muerte, no hay casi nada publicado en la literatura respecto a cómo las personas sin experiencias reaccionan frente a la información sobre las ECM". (pag. 223)
Ring esperaba mayor investigación respecto al empleo de la ECM en personas sin ECM, incluso diez años después de la publicación del estudio de Ring, existe poca evidencia científica en la literatura de ECM respecto a esta área. Con excepción de los resultados del estudio de Ring (1995) y un estudio similar de Charles Flynn (1986), la falta de investigación empírica sorprende. Flynn presentó el tema de la ECM a estudiantes en sus clases de sociología en la Universidad de Miami, en Ohio: De 428 estudiantes universitarios, el 80% tuvo sentimientos de compasión, y el 65% aumentó su autoestima, la cual un año después, en otra evaluación tendía a mantenerse a pesar de cierta reducción.
Ring (1995) resumió sus conclusiones de tres secciones de dos cursos de estudiantes, específicamente sobre el tema de la ECM: dos secciones en la Universidad de Connecticut y una en la Universidad de Montana. Al final de los cursos, de un total de 111 estudiantes, la mayoría dijo estar más convencida de la autenticidad de las ECMs, había una disminución de su temor a la muerte, tenían una perspectiva más positiva acerca de la muerte, estaban más convencidos de que "había alguna forma de existencia después de la muerte física" (pag. 229), estaban más orientados espiritualmente, sus ideas acerca de Dios habían cambiado bastante, diciendo específicamente que su creencia en Dios se había reforzado, y un estudiante de cada clase dijo haber experimentado un aumento en su creencia del propósito de la vida. A pesar de algunos problemas metodológicos, los resultados de este estudio, y otras evidencia anecdóticas, indicaron que los efectos de la ECM en aquellos que no habían tenido ECM, sea en el contexto educativo, terapéutico, o cualquier otro, era un tema productivo para futuras investigaciones empíricas.
ECM EN EL AMBITO EDUCATIVO
Como se mencionó antes, los resultados de las encuestas de profesionales de una variedad de disciplinas muestran la importancia de la inclusión de cursos sobre experiencias cercanas de muerte en ámbitos educacionales profesionales, por ejemplo, escuelas de medicina (Moore, 1994), cursos de enfermería (Barnett, 1991), escuelas de teología (Bechtel et al., 1992), y programas de entrenamiento en salud mental (Walker y Russell, 1989). Los resultados de estudios con médicos, sacerdotes, y enfermeras demuestran que el 75% de los participantes buscaban tener más información sobre la ECM (Hayes y Waters, 1989). Respecto a ámbitos educativos no profesionales, Glenn Richardson (1979) presentó un caso en el que se había incluido el tema de las ECM en la currícula de un curso de prevención de la salud en una escuela terciaria, y como se mencionó antes, Ring (1995) y Flynn (1986) incluyeron un tema relacionado con la ECM en los planes de educación de estudiantes universitarios. Aunque los investigadores hayan estimulado a los educadores a incluir la ECM en cursos relacionados con la educación hacia la muerte, al menos desde 1989, Hayes y Waters (1989) encontró que la ECM rara vez se enseñaba en la escuela secundaria, a estudiantes universitarios, o en programas de posgrado en salud pública.
Si los educadores tuvieran en consideración incluir al tema de la ECM en sus planes de estudio, ¿qué aspecto incluirían? En el curso universitario semestral de la Universidad de Connecticut, por ejemplo, donde enseñó desde (1985a, 1994, Ring 1995) les pedía a los estudiantes que escriban un registro acerca de sus reacciones a los temas de clase y a las tareas asignadas. Al principio del curso, Ring les daba información general acerca de una ECM en un formato de conferencia, seguido por videos de entrevistas con personas con ECM. Luego, tres personas con experiencias venían a una clase y compartía sus experiencias, después de lo cual los estudiantes formaban pequeños grupos de discusión. Antes de finalizar el semestre, Ring presentaba material didáctico respecto a las experiencias transpersonales relacionadas con las ECMs y los efectos secundarios de las ECMs. Otros tres ECMs vinieron al curso para discutir sus efectos, y otros investigadores de ECM también visitaron el curso.
Aunque la mayoría de las universidades probablemente no tenga los mismos recursos que la Universidad de Connecticut tuvo para con Kenneth Ring, algunos de sus métodos de enseñanza acerca de la ECM podrían ser introducidos en otros cursos similares. Los departamentos de psicología, sociología, y counseling podrían integrar cursos breves sobre ECM relacionados con el duelo, la religión o la espiritualidad, y la diversidad multicultural. Ryan D. Foster, en un curso para graduados en orientación psicológica, incluyó el tema de las ECMs, y encontró que un encuentro con personas con experiencias es mucho más impactante emocionalmente que una clase de cuatro horas. Foster presentó la película The Day I Died: The Mind, the Brain y Near Death Experiences (El día que yo morí: Mente, Cerebro, y Experiencias Cercanas a la Muerte (Broome, 2002; Holden, 2005; Holden, MacLurg, y James, 2006); material didáctico en clases, y discusión grupal. El valor relativo de varias actividades educativas en diversos aspectos del conocimiento y actitudes hacia las ECMs deben ser la base para futuras investigaciones.
Una razón por la cual los profesionales aparentemente no han integrado la ECM en el ámbito educativo puede ser porque existen pocos modelos educativos. En los últimos treinta años, sólo se han publicado dos materias acerca de las ECMs en programas de formación profesional. "Aunque en la literatura no existen programas de enseñanza en escuelas de teología, psicología, asistencia social, o counselors, sí los hay en las escuelas de la enfermería (McEvoy, 1990) y medicina (Sheeler, 2005).
Mary Dee McEvoy (1990) presentó un modelo para el tratamiento de ECMs en escuelas de enfermería, cuyo objetivo era enseñar a las enfermeras una "forma pragmática para dialogar con los pacientes" (pag. 53). Sus recomendaciones son simples:
1. El estudiante debe tener una comprensión acerca de la naturaleza de la experiencia cercana de la muerte y su impacto en los pacientes.
2. El estudiante debe tener una comprensión de sus creencias y actitudes personales relacionadas con los aspectos paranormales y trascendentales de la ECM.
3. El estudiante debe desarrollar estrategias para ayudar al paciente a atreverse a hablar acerca de una ECM (pag. 54).
Las escuelas de enfermería deben integrar las ECMs en los cursos que tratan el tema de la muerte y el morir.
Robert Sheeler desarrolló un modelo educativo de ECM en las escuelas de medicina.
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Robert Sheeler (2005) desarrolló y puso a prueba un modelo educativo para las ECMs en las escuelas de medicina, en el que incluyó tres componentes, videos, conferencias, y discusión posterior. Durante el primer componente, Sheeler mostró a los estudiantes la video-entrevista de una persona que narraba su experiencia. Luego, dio una clase especial acerca de los elementos comunes de la ECM y sus efectos. Por último, le dio a los estudiantes dos temas para debatir: uno en clase y otro via internet. En las discusiones en clase, Sheeler dividió a los estudiantes en grupos y les pidió debatir varios escenarios que implicaba a la ECM. En las discusiones via internet, los estudiantes postearon las respuestas de la discusión en forma individual a través de un foro on-line creado en la universidad. Después de probar este modelo durante dos años, Sheeler concluyó que "desde el punto de vista académico, los ejercicios resultaron exitosos" (pag. 246) porque los estudiantes tenían una mayor comprensión del "abordaje centrado en el paciente".
Como se mencionó antes, el documental de la British Broadcasting Corporation (BBC) El Día que yo morí: Mente, Cerebro, y Experiencias cercanas a la Muerte (Broom, 2002) está a la venta para su uso con propósitos educativos en los Estados Unidos. Hasta donde los autores pudieron saber, es el único recurso educativo sobre ECM que hasta ahora incluye una guía instructiva (Holden, 2005) que los profesionales de la salud prestan especial atención, para su posible inclusión en ámbitos educativos profesionales y varios niveles escolares (Holden, MacLurg, James, 2006). El valor de este recurso particularmente prometedor puede todavía ser útil para futuras investigaciones.
Teniendo en cuenta todo esto, en un plan educativo se puede incluir material didáctico impreso, así como conferencias, producciones de TV documentales y entrevistas no comerciales sobre la ECM; expositores invitados con experiencias y expertos profesionales con conocimiento de ECM y discusiones, tanto en aulas como via internet. Ahora existen varios sitios de internet, incluso varios ECMs testimoniales.
RESUMEN E IMPLICACIONES PARA FUTURAS INVESTIGACIONES
En 1981, Craig Lundahl propuso que la aplicación clínica como consecuencia de la investigación de la ECM, debe ser uno de principales focos para los investigadores de ECM. Otros investigadores también se hicieron eco de esta aplicación (Serdahely, Drenk, y Serdahely, 1988). Y treinta años después, sigue siendo válida, sobretodo a partir de la creciente tendencia en las prácticas clínicas empíricamente validadas en campos tales como medicina, enfermería, y salud mental. Los investigadores de ECM deben desarrolar aplicaciones prácticas de su investigación basadas en la evidencia científica. Después de la Conferencia International de la Association for Near Death Studies (IANDS) de 1984, expertos en el campo de los estudios cercanos a la muerte aplican su experiencia personal para producir varias guías orientativas generales para ayudar a los profesionales a continuar con el abordaje clínico de la ECM (Greyson y Harris 1987). Ambos coincidieron en ayudar a los profesionales a seguir estos consejos:
1. Explorar sus propias actitudes hacia la ECM.
2. Evitar forzar su propio sistema de valores respecto a la ECM.
3. Respetar la naturaleza de estas experiencias así como la individualidad de cada persona.
4. Evitar etiquetar a la persona con ECM con un diagnóstico psicopatológico.
5. Mantener una actitud honesta e imparcial hacia la ECM.
6. Brindar una atmósfera segura y confidencial.
7. Estimular a las personas con ECM a expresar las emociones que rodean a su experiencia o a cualquier otro acontecimiento que las precipite.
También se delinearon muchas intervenciones específicas destinadas a los agentes de salud que emplean técnicas de corto y largo plazo. Aunque la lista anterior de pautas generales parece ser bastante útil cuando se trabaja con personas con ECM en contextos médicos, espirituales o en salud mental, hay relativamente pocos investigadores que se hayan preocupado en poner a prueba científicamente estas pautas, o cualquier otra intervención específica. En el caso de una guía de consejos, una razón para la carencia de investigación puede ser que estas experiencias no parecen reflejar el sentido común. Sin embargo, rara vez los profesionales y profesores en materias médicas enseñan a los científicos y a los profesionales en formación funcionar basados en el sentido común.
No hay una única razón por detrás de nuestro interés en una futura investigación empírica, siempre y cuando los investigadores de ECM prefieran o no el estatus convencional. Otra razón todavía mayor es que las personas con ECM tienden a recibir el mejor cuidado cuando la eficacia de este cuidado se ha podido validar científicamente. Además, la ECM es una experiencia tan profunda en naturaleza que las personas sin ECM probablemente se beneficien del aprendizaje, comprensión, y aplicación de éstas en sus propias vidas. Si la mayor fuente de información acerca de la ECM son los medios de comunicación (radio y TV), publicaciones de divulgación, foros de internet, o escépticos marginales, posiblemente mucho conocimiento inexacto e insustancial continuará propagándose.
El análisis aquí presentado proporciona cierta evidencia de que los agentes de salud, médicos, psicológicos, y los espirituales, están poco familiarizados con la ECM y que lo que saben es sólo parcialmente correcto. En términos generales, estos profesionales parecen tener actitudes positivas hacia las ECMs, y quiere saber más acerca de la ECM. Dar conocimiento de alta calidad y mejor información es un trabajo para los investigadores de la ECM.
Aún más específicamente, counselors y psicólogos deben saber cómo llevar a cabo el proceso psicoterapéutico con pacientes que informan ECMs. Los investigadores deben llevar a cabo estudios sobre los métodos más efectivos y beneficiosos para ayudar a los pacientes a comprender holísticamente e integrar las ECMs en sus vidas. Un tema prometedor de investigación es el proceso de duelo que las personas con ECM a veces experimentan a consecuencia de adoptar nuevos sistemas de valor y descartar otros. También, se necesita más exploración sobre los efectos de la ECM en las familias de las personas con experiencias. Los estudios de intervención para ayudar a otros a asimilar y acomodar estos cambios saludables también podrían proporcionar información sumamente útil.
Otro futuro foco para investigadores de las ECM son los efectos terapéuticos de las personas con ECM sobre las personas que no tuvieron tal experiencia. Comprender a la ECM puede ayudar a una variada gama de personas, por ejemplo, a enfermos terminales, viudos, soldados que se preparan para el combate, en gerontología, y a personas con ideaciones suicidas o cuadros de depresión, así como al público en general, o a todos que de alguna manera deben enfrentar a la muerte. La evidencia anecdótica sugiere la necesidad de una investigación empírica en todos estos dominios.
Por último, existe poca evidencia acerca de incluir el tema de la ECM en planes curriculares universitarios y sus beneficios potenciales. Esta evidencia justifica aun más investigación sobre la incidencia y los efectos de la atención sobre la ECM, no sólo en los estudiantes universitarios, sino también en las escuelas públicas y en la educación profesional. Además, los investigadores podrían contribuir investigando los efectos de estas herramientas educativas, por ejemplo, desarrollando e investigando incluso otras producciones en video. Una pregunta es si cualquier producción en video puede tener un impacto equivalente a oír a aquellos que dan testimonio sobre la ECM en persona. Estas preguntas se aplican igualmente, sino aún más urgentemente, al contexto de la formación profesional.
El futuro de las aplicaciones prácticas de la investigación de ECM está abierta y continua en desarrollo. Los investigadores interesados en contribuir a esta área de investigación quizá se sientan inspirados, como en la mayoría de personas que reportan su ECM, en características tales como la apertura mental, la búsqueda del significado de la experiencia, y el deseo de impactar positivamente en los mundos interiores y exteriores de otros. Los investigadores que abrazan estas cualidades tienen treinta años de prometedora investigación para avanzar al próximo nivel de investigación. Es nuestra esperanza que se embarquen en los próximos treinta años con la idea en mente de cómo el mundo va a cambiar para bien a través de la aplicación de buena investigación acerca de la ECM.
"Si usted esta leyendo esto, entonces está muerto".
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* Janice Miner Holden es Profesora de Counseling en la Universidad del Norte de Texas en Denton, donde trabaja actualmente como Interim Chair en el Departmento de Counseling y Educación Superior. Ha sido educadora de larga trayectoria en experiencias cercanas a la muerte, participando en charlas y publicando libros y artículos a nivel nacional e internacional; ha trabajado en el Consejo Directivo de la International Association for Near-Death Studies y como su presidente por tres años. Actualmente trabaja como editor del Journal of Near-Death Studies.
** Debbie James es Senior Instructor en el Departamento de Educación del Centro de Tratamiento contra el Cáncer M.D. Anderson de la Universidad de Texas. Es supervisora e intructora de enfermería y desarrolla entrenamiento en enfermería clínica, mejorando las habilidades de pensamiento crítico para maximizar la calidad de vida del paciente. Ha sido ex directora de la International Association for Near-Death Studies (IANDS) y ha fundado el Capítulo de la IANDS en San Antonio. Entre sus muchas menciones honoríficas, ha recibido el Premio a la Mejor Enfermera de la American Heart Association.
*** Ryan D. Foster es estudiante de doctorado en el Programa de Counseling en la Universidad del Norte de Texas donde actualmente está escribiendo su tesis de doctorado acerca del rol de las experiencias cercanas a la muerte en la superación del duelo. Cooperó en el desarrollo del libro Near-Death Experiences: Index to the Periodical Literature through 2005, una de las más recomendables herramientas para estudiar las ECM editado y posteado en el sitio web de la International Association for Near-Death Studies. Su investigación e interés clínico incluye las ECM en relación con el duelo y la pérdida, y su evaluación a lo largo de la vida de una persona.
(1) Publicado originalmente en Holden, Janice Miner; Greyson, Bruce; y James, Debbie (2009). The handbook of near-death experiences: Thirty years of investigations. Denver, CO: Praeger Publishers. Traducido del inglés por Jorge Villanueva.
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